La estantería era la más alta de la enorme biblioteca. La vista desde allí era privilegiada. Hacía muchas lunas que observaba, viendo entrar y salir a personas de toda índole, jóvenes y viejas. Ninguno se dignaba mirar hacia él. Era prácticamente inalcanzable, y su sección no era particularmente atrayente, psicología, y no era de ningún autor conocido. En realidad había escrito un sólo libro, y era él. Ni una sola vez le habían sacado de su lóbrego encierro. Era un libraco enorme, lleno de páginas incontables, eso y su lejanía del suelo habían ayudado a que nadie se interesara por él. Pero hoy era diferente. Aquel desaliñado y desgarbado jovenzuelo lleno de granos le agarró por su lomo y le llevó fuera del enorme edificio. Poco duró su alegría, de las alturas de su refugio, se encontró bajo la enorme mole de una pata de mesa ¡que no tenía equilibrio!