Mi regreso a Kiribati
¡Y de pronto pasaron 32 años! El tiempo, ese caballo desbocado que surca los pliegues de nuestra alma, dejándola hecha jirones a veces, y llena de una insultante alegría otras, […]
¡Y de pronto pasaron 32 años! El tiempo, ese caballo desbocado que surca los pliegues de nuestra alma, dejándola hecha jirones a veces, y llena de una insultante alegría otras, […]